El Juego versus el Aprendizaje

El juego autotélico y el juego orientado al aprendizaje

El juego autotélico y el juego orientado al aprendizaje

Autor: Ernesto Yturralde

Nivel de interés: Alto
Tiempo de lectura: 29 minutos

El juego, en sus múltiples facetas, constituye una herramienta fundamental en el desarrollo humano, ofreciéndonos un amplio espectro de beneficios que van desde el entretenimiento hasta el aprendizaje profundo. La distinción entre juego recreativo y juego orientado al aprendizaje reside en sus objetivos y en la manera en que cada uno se experimenta e integra en nuestras vidas. Ambos tipos de juego son esenciales y complementarios en el proceso de desarrollo y educación, cada uno aportando su valor particular a la experiencia humana.

La Recreación

La naturaleza autotélica, arraigada en la búsqueda de actividades que son fines en sí mismas, encuentra su máxima expresión en la recreación. En estos espacios lúdicos, los participantes se sumergen en experiencias que ofrecen satisfacción inmediata, no necesariamente por un beneficio externo, sino por el puro gozo que emerge del acto mismo. La recreación, en su esencia más auténtica, abre la puerta a un estado de flujo donde nos vemos completamente envueltos en el momento, olvidándonos de nosotros mismos y del paso del tiempo. Este entorno se convierte en un refugio liberador, que nos distancia de las presiones del rendimiento y nos permite disfrutar del placer intrínseco de la vivencia.

El término "autotélico" proviene de las raíces griegas "auto", que significa "propio", y "telos", que significa "fin" o "meta". Se refiere a aquello que tiene un fin en sí mismo, es decir, una actividad que se realiza no por algún resultado externo o recompensa, sino por la satisfacción que intrínsecamente proporciona. Este concepto resulta fundamental para comprender ciertas formas de motivación y de experiencia humana, especialmente en contextos vinculados al juego, la creatividad y el aprendizaje espontáneo.

El psicólogo húngaro-estadounidense Mihaly Csikszentmihalyi (1934-2021) popularizó el término autotélico en relación con su célebre “Teoría del flujo”, un estado mental en el que la concentración y la inmersión en una actividad alcanzan su máxima expresión. Las personas entran en este estado cuando se sienten completamente absorbidas en lo que hacen, motivadas únicamente por el placer que esa acción les genera. Según Csikszentmihalyi, las actividades autotélicas son aquellas que despiertan este estado de flujo, brindando una satisfacción profunda que no depende de factores externos.

Las actividades artísticas y creativas son un ejemplo evidente de lo autotélico. Los artistas, en sus momentos más genuinos, se sienten impulsados no por el reconocimiento o la recompensa económica, sino por el proceso mismo de crear. Allí radica el motor que les da vida: la pasión y el disfrute por la obra en gestación, más allá de cualquier resultado visible.

El concepto autotélico, aplicado al juego, se traduce en jugar por el simple placer de hacerlo, sin perseguir recompensas ajenas al propio acto lúdico. Puede aplicarse tanto a juegos físicos como a ejercicios mentales, donde la verdadera recompensa es la experiencia vivida. El juego recreativo se distingue por su espontaneidad, su carácter ligero y su naturaleza libre de imposiciones. Es jugar por el placer de jugar, sin objetivos educativos explícitos ni metas predefinidas, permitiendo que los participantes se sumerjan en el presente, guiados por la diversión, la curiosidad y la satisfacción inmediata que el juego ofrece.


Ernesto Yturralde
« Cuando niño jugaba a ser grande, ahora grande, juego para no dejar de ser niño. »

Recreación: El placer de jugar por jugar

Conozco a grandes recreadores profesionales que disfrutan intensamente del acto de hacer que otros disfruten. Su talento no está solo en la técnica, sino en la manera en que logran encender sonrisas y provocar que la alegría se expanda de un rostro a otro, hasta volverse un ambiente compartido que envuelve a todos:


  • Promueve la relajación y reduce el estrés | Al enfocarse en la alegría del momento, los participantes logran desconectarse de las preocupaciones diarias y experimentar un estado de bienestar. Esa pausa consciente abre espacio para respirar con mayor calma, soltar tensiones acumuladas y reencontrarse con una energía renovada que ilumina la jornada, recordándonos que la serenidad también es parte del equilibrio necesario para vivir plenamente.

  • Fomenta la socialización | El juego recreativo ofrece oportunidades para interactuar con otros de manera informal, fortaleciendo lazos comunitarios y habilidades sociales, creando espacios de confianza, cercanía auténtica y vínculos que trascienden más allá del momento compartido.

  • Estimula la creatividad y la imaginación | La recreación abre puertas a mundos internos que, en la rutina diaria, permanecen cerrados, como habitaciones llenas de tesoros que olvidamos explorar. Cada espacio lúdico nos invita a cruzar un umbral hacia lo inesperado, donde las reglas cotidianas se suspenden y el juego nos concede licencia para imaginar sin restricciones. Los participantes pueden experimentar roles distintos, asumir identidades que nunca habían probado y descubrir talentos ocultos que, en otros contextos, permanecerían invisibles. Inventar escenarios nuevos y jugar con ideas se convierte en un laboratorio emocional y creativo, en el que la mente se atreve a dar saltos que en la vida laboral o personal muchas veces se frenan por miedo o por rigidez. Allí la innovación no es una tarea forzada, sino una consecuencia natural de la libertad. Es como abrir ventanas al pensamiento fresco, al ingenio y a la chispa que enciende la creación de nuevas posibilidades.

  • Promueve el bienestar emocional | La recreación contribuye a una mayor satisfacción con la vida, mejora el estado de ánimo, reduce la depresión y promueve una actitud positiva hacia la vida. Además, potencia la resiliencia, favorece la autoestima y permite que las personas enfrenten con mayor serenidad los desafíos cotidianos, transformando la forma en que se relacionan consigo mismas y con los demás.


El ocio y el tiempo libre

El ocio y el tiempo libre son conceptos fundamentales en la comprensión de la calidad de vida, el bienestar y nuestro desarrollo humano. Estos momentos, alejados de las obligaciones cotidianas, nos ofrecen la oportunidad invaluable de descansar, recrearnos, crecer como personas y dar rienda suelta a la expresión creativa. Aunque a menudo se utilizan como sinónimos, ambos términos poseen matices distintos que enriquecen su plena significancia y nos invitan a reflexionar sobre la manera en que vivimos y nos cuidamos.

El ocio es mucho más que un simple período sin tareas. Representa un estado interior que se distingue por la libertad de elegir actividades que resulten altamente gratificantes para cada uno de nosotros. Es un espacio que favorece la introspección, la creatividad y el desarrollo personal, abriendo caminos para actividades que enriquecen el espíritu y expanden horizontes. El ocio implica una elección consciente, sostenida en la motivación intrínseca, y se convierte en una fuente genuina de placer, de gozo y de satisfacción plena.

El tiempo libre, por su parte, se refiere a esos períodos específicos en los que no estamos comprometidos con nuestras obligaciones laborales, familiares o educativas. Es el terreno disponible fuera de las responsabilidades cotidianas, que podemos aprovechar de múltiples formas: para descansar, para dedicarnos al ocio, para cultivar aficiones o simplemente para recuperar energía. La manera en que decidimos emplear este tiempo refleja nuestros intereses más profundos, nuestras pasiones, así como nuestras necesidades de equilibrio y bienestar. En este sentido, el tiempo libre es un recurso vital que, al ser bien gestionado, nos permite vivir con mayor plenitud y autenticidad.

Como líderes, reconocer el valor del ocio y del tiempo libre es también un acto de responsabilidad hacia nuestros equipos. Fomentar culturas organizacionales que honren estos espacios significa apostar por colaboradores más creativos, resilientes y comprometidos. Al abrir la puerta a momentos de descanso consciente y a experiencias elegidas libremente, no solo fortalecemos la calidad de vida individual, sino que sembramos las bases de organizaciones más humanas, sostenibles y vibrantes.

Lúdica


Johan Huizinga (1872-1945), historiador y filósofo neerlandés, nos legó una de las definiciones más influyentes y trascendentes del juego en su célebre obra "Homo Ludens", publicada en 1938. En ella, Huizinga describe el juego como una actividad voluntaria y libre, desarrollada dentro de límites de tiempo y espacio previamente establecidos, que se rige por reglas aceptadas voluntariamente, pero que adquieren un carácter absolutamente vinculante para quienes participan. Lo define como un fin en sí mismo, cargado de tensión, de alegría y de un peculiar sentimiento de estar en un plano distinto al de la vida cotidiana. Ese carácter de “diferencia” lo convierte en un espacio simbólico, donde las personas no solo se divierten, sino que también expresan creatividad, construyen significados y dan forma a la cultura.

Hoy, más de ocho décadas después, su planteamiento mantiene una vigencia sorprendente. En entornos educativos, organizacionales y sociales, el juego sigue siendo un recurso poderoso para experimentar, ensayar roles, explorar límites y generar aprendizajes significativos. La esencia lúdica que Huizinga identificó se revela como una herramienta de transformación, capaz de crear espacios donde la emoción y la reflexión conviven, y donde lo humano se expresa con toda su riqueza. Reconocer el valor de esta visión es abrirnos a entender que el juego no es accesorio ni secundario: es un elemento constitutivo de nuestra naturaleza y un camino hacia el desarrollo integral.


El juego, ¿privilegio propio de los humanos?

Para Huizinga, el juego es anterior a la cultura, pues constituye una expresión vital que trasciende al ser humano. No solo nosotros jugamos; también los animales encuentran en el juego un lenguaje propio de conexión y exploración. Estudiosos han observado que los mamíferos disfrutan del juego en distintas etapas de su vida: perros y gatos lo practican desde la infancia hasta la adultez, mientras que chimpancés y orangutanes lo utilizan como una herramienta para fortalecer lazos sociales y ensayar destrezas de supervivencia. Las nutrias convierten simples movimientos acuáticos en verdaderos espectáculos de disfrute, y pandas u osos se entregan a luchas juguetonas que refuerzan su energía y habilidades motoras. La misma conducta se aprecia en felinos como tigres y leones, que, a través de emboscadas ficticias y persecuciones simuladas, entrenan la agilidad que necesitarán en su vida adulta. En los mares, los cetáceos, como los delfines, sorprenden con juegos que combinan saltos acrobáticos, persecuciones sincronizadas y dinámicas de grupo que reflejan cooperación y alegría. Incluso en aves y reptiles, como algunas especies de loros y la tortuga marina, se han documentado comportamientos que expresan juego, sea en rituales, exploraciones o en simples acciones repetitivas cargadas de disfrute. Esta diversidad muestra que el juego es un fenómeno universal que atraviesa fronteras biológicas y culturales. Es una fuerza innata, un impulso natural que no responde únicamente a la necesidad de sobrevivir, sino a un deseo de experimentar, de aprender y de convivir. El juego, en esencia, es parte de la vida misma, un reflejo de la creatividad inscrita en la naturaleza, una manifestación espontánea de energía y libertad que conecta a todas las especies en un mismo pulso vital.


El juego, expresión cultural

El juego trasciende la mera actividad física o el simple entretenimiento; es una fuente de formación y de expresión cultural que se manifiesta en el arte, el derecho, la filosofía y en múltiples ámbitos de la vida social. Huizinga sostiene con firmeza que el juego constituye un componente esencial de lo que significa ser humano y que desempeña un papel crucial en la generación de cultura. En esta perspectiva, el juego se revela como un espejo de nuestra creatividad colectiva, un motor que impulsa símbolos, rituales y significados capaces de moldear identidades, fortalecer comunidades y sostener tradiciones que se transmiten de generación en generación. Más allá del pasatiempo, se convierte en una fuerza que da cohesión y continuidad, recordándonos que la cultura no solo se piensa o se construye, también se juega.

Esta visión destaca al juego como una actividad profundamente significativa, capaz de encapsular la competencia, el placer, el aprendizaje y la expresión creativa, situándolo en el corazón mismo de la experiencia humana y de la actividad cultural. El juego, en todas sus formas, nos conecta con nuestra esencia más auténtica: la capacidad de explorar, imaginar, arriesgar y compartir. En él encontramos un reflejo de lo que somos como individuos y como sociedad, un espacio donde la creatividad aflora, la mente se expande y la cultura encuentra un vehículo vivo para reinventarse y trascender.


El valor del ocio y el tiempo libre

La importancia del ocio y del tiempo libre radica en nuestra capacidad de utilizarlos como un recurso para mejorar la calidad de vida. Numerosos estudios han demostrado que dedicar tiempo a actividades de ocio contribuye al bienestar emocional, reduce los niveles de estrés, fortalece la salud física y eleva la satisfacción general con la vida. Estas actividades, cuando son elegidas libremente y disfrutadas en plenitud, se convierten en auténticas fuentes de felicidad, en una medicina natural contra la ansiedad y en un refugio frente a las tensiones cotidianas.

Sin embargo, en la realidad actual, el ocio y el tiempo libre enfrentan desafíos que no podemos ignorar. La tecnología, con todo su potencial de conexión y entretenimiento, a menudo irrumpe en estos espacios, difuminando los límites entre trabajo y vida personal, y generando una sensación permanente de “estar disponible”. A ello se suma una percepción cultural que asocia el estar ocupado con éxito y productividad, lo que conduce a una peligrosa subvaloración del descanso. Se comienza a ver el ocio como un lujo prescindible, en lugar de comprenderlo como una necesidad vital para mantener el equilibrio humano y el bienestar de nuestras familias.

El ocio y el tiempo libre son, en realidad, componentes esenciales de la experiencia humana. Nos ofrecen un espacio vital para descansar, para reír, para crear y para reencontrarnos con lo que nos inspira. Reconocer su verdadero valor y lograr un equilibrio consciente entre el trabajo, las responsabilidades y estos momentos de desconexión se convierte en una clave fundamental para vivir con plenitud. En un mundo acelerado y demandante, concedernos permiso para el ocio y disfrutar del tiempo libre no es un acto de indulgencia, sino un gesto profundo de cuidado personal y de respeto hacia nuestra propia humanidad. Allí radica su grandeza: en recordarnos que la vida no se mide solo por lo que producimos, sino también por la capacidad de saborearla.


Escape Rooms

Los “Escape Rooms” han alcanzado gran popularidad en distintos países y se han consolidado como espacios que despiertan gran expectativa. Para grupos reducidos de amigos o familias representan una experiencia emocionante y divertida que mezcla ingenio, adrenalina y entretenimiento compartido en un ambiente cuidadosamente diseñado.

En la actualidad, vemos cómo se promueve a los “Escape Rooms” como una alternativa de Team Building, pero conviene detenernos a reflexionar: ¿realmente cumplen ese rol? Estas experiencias, aunque generan camaradería y diversión, se acercan mucho más a una vivencia lúdica que a un proceso de aprendizaje. Son actividades esencialmente pay-to-play, donde el atractivo está en la dinámica del reto y en la satisfacción inmediata de “lograr escapar”.

Sin duda, los Escape Rooms son una propuesta creativa para disfrutar y fortalecer la cercanía social en un grupo, pero no pueden ser considerados en sí mismos como un verdadero programa de “Team Building”. Carecen de la estructura pedagógica, de los objetivos definidos y de los espacios de reflexión que permiten transformar una experiencia entretenida en aprendizajes significativos y transferibles a la vida profesional o organizacional.

El hecho de que “las personas trabajen en equipo” durante los 60 minutos para salir de una habitación no basta para catalogarlo como Team Building. Esta colaboración situacional es interesante y estimulante, pero sin un proceso de PEA – Proceso de Enseñanza-Aprendizaje facilitado intencionalmente, la experiencia se queda en el plano recreativo. Es decir, ofrece emoción y entretenimiento, pero no asegura el desarrollo de competencias, la consolidación de valores ni el fortalecimiento profundo de equipos que caracteriza al verdadero Aprendizaje Experiencial.


MasterChef y Build-a-Bike

Actividades al estilo “MasterChef” realizadas con equipos corporativos o competencias para armar bicicletas bajo el formato “Build-a-Bike” - que luego se donan a causas sociales - han surgido en los últimos años como opciones llamativas que suelen presentarse bajo la etiqueta de Team Building. Desde mi mirada, son experiencias que capturan la atención, generan entusiasmo y proporcionan un disfrute inmediato a quienes participan. Estas dinámicas, cargadas de diversión y colaboración espontánea, muestran cómo el placer y la satisfacción personal pueden convertirse en el motor principal de una vivencia grupal. Sin embargo, al mantener una naturaleza esencialmente autotélica, centrada en el goce de la actividad misma, terminan alejándose de lo que define a un verdadero taller de Team Building. Carecen de la estructura pedagógica, del propósito explícito y de los momentos de reflexión intencionada que convierten una experiencia en aprendizaje transferible al ámbito laboral. Si bien es cierto que fomentan la cooperación y pueden fortalecer vínculos de manera circunstancial, su contribución al desarrollo profundo de los equipos es limitada. La ausencia de un espacio formal de procesamiento y análisis impide que los aprendizajes emerjan con claridad. Por lo tanto, aunque resultan sumamente entretenidas y cohesionan mientras transcurre la actividad, su impacto posterior en la cultura y desempeño de un equipo es bajo, pues no generan los compromisos ni las herramientas que solo el Aprendizaje Experiencial, intencionado y bien facilitado, puede garantizar.


Rallies y Gymkhanas

Las gymkhanas y los rallies, con sus actividades coloridas, dinámicas y competitivas, ofrecen experiencias claramente autotélicas, donde la competencia, la diversión y el entretenimiento se convierten en los objetivos principales. En el Perú las gymkhanas gozan de gran popularidad, mientras que en Centroamérica son los rallies los que despiertan entusiasmo y congregan a numerosos participantes. Estos encuentros, muchas veces premiados con incentivos y reconocimientos, fomentan una interacción competitiva cargada de alegría y camaradería, pero suelen confundirse con espacios diseñados para fortalecer equipos. Si bien generan momentos emocionantes y compartidos, técnicamente carecen de la profundidad, la intencionalidad y la dirección pedagógica que caracterizan a los verdaderos programas de formación de equipos: los Team Building. En escenarios de gymkhana o rally, al estar marcados por la competencia, emergen ganadores y perdedores. Ese desenlace, aunque divertido, transmite mensajes limitantes: pocos celebran la victoria mientras muchos asumen la derrota, lo cual no contribuye a fomentar el trabajo colaborativo dentro del gran grupo. Por ello, es importante distinguir que, aunque son experiencias recreativas valiosas, no cumplen la función transformadora que sí logran las experiencias diseñadas bajo la metodología del Aprendizaje Experiencial.


La aventura como experiencia autotélica

Las actividades de aventura nos sitúan frente a la dicotomía entre experiencias puramente autotélicas y aquellas diseñadas con fines de aprendizaje en el marco del aprendizaje al aire libre o "outdoor training". En su dimensión autotélica, estas vivencias se disfrutan por el simple placer de realizarlas: escalar una montaña, navegar por rápidos o internarse en senderos desconocidos son experiencias que, para muchos, no requieren más justificación que el goce del desafío físico y emocional que despiertan. Este enfoque resalta la belleza de vivir intensamente el momento, de entregarse a la acción sin expectativas externas y de reconocer que la satisfacción personal y la emoción del instante son en sí mismas una recompensa invaluable, una celebración de la libertad y del poder vital que nos conecta con la esencia misma de existir.


La aventura como escenario para el aprendizaje outdoor

Cuando diseñamos actividades de aventura con un enfoque orientado al aprendizaje, estas se convierten en herramientas extraordinarias para el desarrollo al aire libre, siempre contando con técnicos especializados en cada disciplina y con nosotros los(as) Facilitadores(as) guiando el proceso. En este escenario, la aventura deja de ser un simple desafío físico y se transforma en un medio hacia un fin, donde el entorno natural y los retos inherentes despiertan aprendizajes significativos a nivel personal y social. Así, el aprendizaje experiencial al aire libre nos brinda la oportunidad de trabajar sobre el liderazgo auténtico, la toma de decisiones conscientes, la colaboración genuina, la resiliencia frente a la adversidad y el autoconocimiento que fortalece la identidad individual y colectiva.


Convergencia de lo autotélico y el aprendizaje en espacios outdoor

Una expedición de montañismo, rafting, senderismo o velerismo puede iniciar como una búsqueda autotélica, donde prima la vivencia y la emoción de conquistar retos, pero transformarse después en un aprendizaje profundo sobre la capacidad de superación, la fuerza del trabajo en equipo y la toma de decisiones bajo presión. Este tránsito ocurre gracias a la apertura de un espacio de reflexión que los(as) Facilitadores(as) canalizamos con intención y sensibilidad. El entrelazamiento entre disfrute y aprendizaje abre grandes posibilidades para que las aventuras al aire libre se conviertan en poderosos medios de desarrollo personal y en una auténtica vivencia de Aprendizaje Experiencial.

La aventura, ya sea buscada por el placer intrínseco que ofrece o como un escenario para el Aprendizaje Experiencial, nos proporciona un contexto diferente y novedoso para el crecimiento. Cuando equilibramos estos enfoques, los(as) Facilitadores(as) podemos maximizar los beneficios de las actividades de aventura para los participantes, aprovechando al máximo el entorno natural como un aula sin paredes que nos invita tanto a la exploración como al autodescubrimiento. Tengo el honor de haber acompañado en su desarrollo en el Aprendizaje Experiencial a Ernesto "Pichón" Málaga, reconocido montañista peruano; a Paulina Aulestia la primera ecuatoriana en coronar el Everest; a Atenas Cardoze, montañista, orgullo panameño, y a Jorge Frigerio, montañista argentino-chileno quien logró el "Cruce de los Andes del Ejército Libertador", Ernesto "Neto" Ponce, quien ha escalado el Rajuntay en Perú, llegando a 5,475 msnm; todos ellos montañistas, profesionales que más allá de la aventura, logran generar la conexión con el aprendizaje, creando experiencias únicas. Asimismo tuve el placer de conocer en Estados Unidos a Víctor Gallo de Costa Rica, quien fuese Board Member de la ACCT Association for Challege Course Technology, experto constructor de Campos de Cuerdas en toda América.


El juego autotélico y el juego orientado al aprendizaje

Aprendizaje Experiencial: Jugar con propósito

El juego orientado al aprendizaje incorpora intencionalmente elementos educativos dentro de la estructura lúdica, procurando equilibrar el disfrute con objetivos de desarrollo específicos. Este tipo de juego es diseñado con la premisa de que el aprendizaje puede ser profundamente enriquecedor y disfrutable cuando se presenta de manera atractiva y relevante y es conducido por un Facilitador. El juego en el aprendizaje, es exotélico.

El término "exotélico" contrasta con "autotélico" y se refiere a actividades o acciones que se realizan con propósitos o fines externos, más allá del placer y satisfacción personal que la actividad misma pueda proporcionar. Mientras que lo autotélico se centra en la motivación interna y el valor intrínseco de una acción, lo exotélico se orienta hacia objetivos, resultados o recompensas que están fuera de la actividad en sí. Esto incluye realizar tareas por una recompensa económica, reconocimiento social, o cualquier otro resultado que sea ajeno al simple disfrute de la acción realizada. En contextos prácticos, la mayoría de las actividades laborales, educativas y sociales pueden tener componentes exotélicos significativos, ya que se realizan con el objetivo de alcanzar resultados específicos o cumplir con expectativas externas. De esta forma, lo exotélico nos recuerda que muchas veces nuestras acciones responden a presiones, metas impuestas o compromisos adquiridos, lo que contrasta con la libertad y espontaneidad del acto autotélico.

Aprendizaje Experiencial

Al abordar el Aprendizaje Experiencial, desde esta perspectiva, introducimos el elemento de reflexión y objetivos más definidos y pre-estructurados. Este modelo educativo se basa en la premisa de que el aprendizaje ocurre cuando los participantes llegan a estar activamente involucrados en una vivencia, seguida de una etapa de reflexión que conecta a la experiencia con los conceptos teóricos y su aplicación práctica.

El juego, implementando dinámicas de grupos, lo orientamos desde el Aprendizaje Experiencial:


  • Objetivos de aprendizaje claros | Aunque mantenemos un ambiente lúdico, las actividades están diseñadas para desarrollar habilidades o conocimientos específicos. Cada dinámica se convierte en un puente entre la diversión y la reflexión, logrando que los aprendizajes no se queden en la superficie, sino que se transformen en herramientas aplicables a la vida personal y profesional. Así, la experiencia se recuerda no solo por lo grato del juego, sino por la huella profunda que deja en la manera de pensar, actuar y relacionarnos.

  • Reflexión y aplicación | El juego orientado al aprendizaje incluye momentos de reflexión que conducen los(as) Facilitadores(as), ayudando a los participantes en su rol de Socios del Aprendizaje a conectar la experiencia con significados profundos. A través de técnicas de Debriefing o Procesamiento, se abren espacios donde las vivencias del juego se traducen en aprendizajes concretos. Estas herramientas permiten analizar lo ocurrido, identificar patrones y generar conciencia sobre comportamientos y actitudes. Desde allí, cada participante transforma la experiencia en compromisos de acción reales, aplicables a su vida personal y profesional.

  • Retos | Ajustamos el nivel de complejidad para mantener a los participantes comprometidos y desafiados de manera óptima, promoviendo el crecimiento personal y el desarrollo de competencias, despertando su ingenio, resiliencia y capacidad para superar límites con confianza renovada.


Ernesto Yturralde
« El juego es el disfraz del aprendizaje, un disfraz libre, divertido y transparente, que no pretende ocultar nada, mas bien enseñar todo. »

La diferencia clave radica en la intencionalidad detrás de la actividad. La recreación al tener un enfoque autotélico se enfoca en la vivencia por sí misma y es guiada por un(a) Animador(a) Sociocultural, un(a) Recreador(a) o Recreacionista, mientras que el Aprendizaje Experiencial como metodología, utiliza la experiencia como un medio hacia objetivos de aprendizaje y es guiada por un(a) Facilitador(a). Sin embargo, esto no descarta que momentos de fluidez y satisfacción intrínseca puedan surgir durante el proceso de aprendizaje, especialmente cuando los participantes se encuentran profundamente comprometidos y motivados por la misma actividad.

El desafío para los Facilitadores en el Aprendizaje Experiencial radica en encontrar el punto que permita a los participantes en su rol de Socios del Aprendizaje, disfrutar de las experiencias dentro de un marco de aprendizaje. Aunque los objetivos educativos guían el proceso, la forma en que se estructuran y facilitan las experiencias puede fomentar un estado de flujo y disfrute intrínseco. He podido confirmar que la clave está en diseñar actividades que, aunque tengan objetivos de aprendizaje claros, permitan a los participantes sumergirse tan completamente, que el acto de aprender se convierta en una experiencia placentera y gratificante.

Certificación Profesional

Estas reflexiones nos invitan a profundizar en cómo concebimos y aplicamos el Aprendizaje Experiencial y el Juego Recreativo en entornos grupales. Reconociendo la distinción entre estos enfoques, podemos aspirar a crear experiencias que, si bien son distintas en su intención y estructura, comparten la capacidad de enriquecer la vida de los participantes a través del placer intrínseco y el desarrollo personal que requiere sensibilidad, creatividad y un profundo entendimiento de la naturaleza humana.

Para citar este artículo, utiliza:

Yturralde, Ernesto (2024). 'El juego autotélico y el juego orientado al aprendizaje'. Recuperado de https://yturralde.com/articulo-juego-vs-aprendizaje.html

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